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domingo, 18 de noviembre de 2007

Antes: Ser y tener

Ficha técnica: Ser y tener



Título original: Être et avoir
Dirección: Nicolas Philibert

Guión: Nicolas Philibert

Actores: Georges López como si mismo

Nacionalidad: francesa

Año: 2002

Género: Documental vivencial

Duración: 104 minutos


Ser y tener


Crecer y educarse en el campo


En un mundo en el que la población del planeta se aglomera en un 60 % en grandes ciudades, a veces los urbanos olvidamos el mundo rural. Un espacio humano conquistado a la naturaleza, pero en el cual la convivencia obliga a una relación no exenta de dureza.



Ser y tener puede calificarse de un proyecto documental sobre la escuela rural, la escuela unitaria en la cual alumnos de diferentes edades conviven con su profesor. El film no tiene protagonistas de película, aunque sus protagonistas reales consiguen dar alma a un film lleno de humanidad.

Niños de entre 4 y 10 años arropados por un ejemplar profesor vocacional con 35 años de experiencia y a punto de jubilarse. Un hombre que, más allá de recitar dictados, enseñar a dibujar o a aprender a leer y a escribir, todo en una misma aula, acompaña en estos primeros años de aventura vital a unos niños a los cuales la vida ha situado en un medio duro.

Un medio en el cual con diez años un niño se maneja con soltura sobre el tractor.



Sin embargo, Ser y tener es también un homenaje a la naturaleza. Una naturaleza que acompaña en todo momento el ciclo vital de sus personajes.

Empieza en el rigor del invierno y termina con el griterío estival de los vencejos sobre campos segados. El macizo central francés, en concreto el pueblo de St. Eitenne Aur Usson, de la comarca del Puy de Dôme ofrece un escenario rural puro y limpio. Un escenario en el cual sus habitantes no viven ajenos a la tecnología como el ordeño automático de las vacas.

Pero, esencialmente, la vida transcurre al ritmo que marca la naturaleza. El director, el cineasta autodidáctica Nicolas Philibert crea un lenguaje rítmico, excelente y profundo que refuerza sin miedo con imágenes casi inmóviles oteando el exterior de la ecología en acción.


Ser y tener es también un paseo por el descubrir de la vida en la tierna infancia, tanto si se trata de la necesidad de lavarse bien las manos después de dibujar, como de la complejidad de enfrentarse a dejar el regazo de la escuela familiar para asistir a la escuela convencional.



Mientras, los árboles se mecen cargados de nieve, los cereales bailan al son del viento y el sol se pone con magnificencia sobre un relieve dulce, pero inflexible.



En definitiva, poesía cinematográfica sacada de la espontaneidad de una cámara metida en una aula pequeña como un puño. Sin embargo, en ella la vida bulle con intensidad contando las experiencias cotidianas a lo largo de un ciclo escolar. La fusión de los niños con la naturaleza tiene un poderoso simbolismo. No es un film de ficción, porqué muestra la vida de personajes reales que viven al compás de una cámara que parece inexistente, pero casi fabula al captar la esencia de cada personaje. Desde la mocosa Alizé, al despierto Jojo, a los rivales Olivier y Julien, pasando por la inquieta Marie, de origen asiático, a la compleja Natalie, por sólo citar algunos de los pequeños protagonistas. Pero, todos ellos caminan en terreno firme del positivismo de su profesor que siendo real parece angélico.

¿Cuáles fueron las razones que le hicieron escoger esta escuela?



Mucha gente no lo sabe, pero en Francia todavía hay miles de colegios de clase única. Empecé por determinar una región, el Macizo Central, porque quería ubicar la película en un sector de media montaña, donde el clima fuera duro y el invierno difícil. Por añadidura, me parecía esencial encontrar una clase con un grupo reducido (de 10 a 12 alumnos) de manera que cada niño fuera identificable, y pudiera ser "un protagonista", un "personaje de la película".


También quería que el rango de edades fuera lo más amplio posible - desde párvulos hasta 4º ó 5º de primaria o más - por la personalidad y el encanto que emanan de estas pequeñas comunidades heterogéneas, y por el trabajo tan particular que exigen sus profesores. Y ya, puestos a pedir, si la clase podía ser grande y luminosa (no era cosa de añadir iluminación) y si los niños tenían rostros bonitos, pues mejor que mejor.


Naturalmente, yo sabía que muchas cosas dependerían de esa elección, y la responsabilidad recaería sobre los hombros del educador, pero sobre ese punto determinante estaba muy abierto: podía ser hombre o mujer, joven o menos joven, experimentado/a o no... Yo sabía que al final esto no daría la misma película, pero de ese lado no tenía ninguno a priori.




¿Qué tenía esta clase que la hacía mejor que las otras?



Además de reunir todos los criterios que me había fijado (no muchos niños, gran diversidad de edades, etc...) enseguida me conquistó la personalidad de su maestro. En él percibí, bajo unas facciones algo autoritarias, una profunda atención, un ser delicado y púdico. Siempre que pensaba estar sobre una buena pista llevaba una pequeña cámara DV. Al filmar las primeras imágenes de la clase, comprendí que él no buscaría a toda costa su mejor perfil, ni argumentarlo.



Nada de demagogia, nada de espectáculo con su estilo un poco tradicional. Sentí que inmediatamente se impondría como un personaje fuerte, sin llevar la película por los senderos del pasado.

Y también estaban los niños, con sus rostros tensos por el deseo de ir hacia delante, a veces inquietos, a veces relajados, a menudo graciosos y risueños, y otras veces serios, cerrados e indescifrables.